miércoles, 5 de agosto de 2015

El peor presidente

Frente a un artículo lúcido como los que Roberto Abusada suele escribir en El Comercio, una entrevista publicada al día siguiente, en el mismo diario, al mismo economista, trae algunas afirmaciones que llevan a levantar una ceja en señal de sorpresa. Como cuando le preguntan qué haría si hoy fuera ministro de Economía y responde: “Primero, asegurar que Humala no pase a la historia como un presidente anodino y como el peor de la historia del Perú”. En el artículo del día previo, Abusada comentó el mensaje presidencial concluyendo que Ollanta Humala no ha entendido su tarea en la promoción del progreso económico. Coincidir con ello no es difícil. Sí lo es, en cambio, aceptar que Humala puede ser el peor presidente de la historia del Perú pues, ni aunque se esfuerce, podría lograrlo en el año que le queda en Palacio, no tanto por sus propias cualidades sino porque enfrenta a grandes competidores. Para no viajar muy lejos en el túnel del tiempo, cualquiera de los dos gobiernos de Fernando Belaunde no parece mejor que el actual. ¿Y qué decir de Alberto Fujimori, quien purga condena por violador de derechos humanos y por corrupto? Frente a Alan García, su primer gobierno fue un mamarracho que puso al Perú en el colapso y que sí podría participar en el torneo ‘peor gobierno’, mientras que el segundo, sin ser gran cosa, pues no realizó reformas críticas, aprovechó muy bien el buen viento internacional. Para compensar el daño tan profundo que García le propinó al Perú entre 1985 y 1990 necesitaría unos cuatro excelentes gobiernos (lo cual no debe interpretarse como expresión de apuesta por su candidatura). Alejandro Toledo, por su parte, también tuvo un buen momento económico pero le produjo, por su comportamiento, un gran desprestigio a la institución de la presidencia. El problema de estas comparaciones es que la economía no debe ser el único criterio para concluir qué presidente es mejor, pues un mandato involucra muchos más aspectos, incluyendo los institucionales, sociales, internacionales, políticos, etc. Humala podrá ser anodino para muchos, pero sostener que él puede ser el peor presidente de la historia constituye una clara exageración. Pero esta es una discusión interesante que debiera llevar a la construcción de un conjunto pequeño de indicadores multidisciplinarios; que sean creíbles; desestacionalizados (para distinguir el desempeño propio del momento internacional o en un año con Fenómeno del Niño); y fáciles de entender por la población, lo cual permitiría hacer comparaciones y evaluar el papel del presidente. De lo contrario, se corre el riesgo de que el único criterio de medición de la gestión de un presidente sean los tuits del ex presidente García.

martes, 4 de agosto de 2015

Falta de liderazgo

Ante una pregunta en la entrevista con RPP el domingo, el presidente Ollanta Humala respondió pidiendo evidencia de su falta de liderazgo, y como esta columna ha sostenido eso varias veces, acá va un resumen de la sustentación. Hablar de falta de liderazgo supone, primero, precisar de qué se habla, pues, con frecuencia, se confunde con autoridad, que algo se parecen pero que son diferentes. Si fueran lo mismo, el mejor líder sería el que carajea con más entusiasmo, o el que practica eso de ‘autoridad que no abusa, se desprestigia’. Liderazgo es otra cosa. Es la capacidad de influir en la sociedad, dirigiéndola, persuadiéndola, seduciéndola, para movilizarla, con habilidad para construir confianza –en el líder y en la propia colectividad–, para ponerla a trabajar, al margen de las diferencias naturales en todo grupo, por el logro de objetivos cruciales debido a que es posible identificar esfuerzos por los que vale la pena luchar por ser de conveniencia de todos. Eso es lo que el presidente Humala no ha podido hacer con propiedad, y la evidencia salta con frecuencia. Sin ir muy lejos, por ejemplo, el 28 de julio durante el mensaje presidencial ante el Congreso. Ahí el jefe de Estado dilapidó una oportunidad singular al dedicarse únicamente a lanzar una sopa de números –lo que no está mal, pues los indicadores de desempeño son cruciales en la gestión pública– pero sin llegar a articularlos para ofrecer a los peruanos un norte definido y una visión estimulante del futuro, del país y de los propios ciudadanos. Lo mismo ocurre cotidianamente cuando el presidente derrocha capital político –que mucho ya no le queda–, sin darse su lugar, al enfrascarse en peleítas con la oposición, en vez de delegar esa chamba en los escuderos para él preservar la capacidad de convocatoria que ha perdido. O cuando abdica de la obligación de hacer política con su propio partido y bancada, persuadiendo a su equipo para darle consistencia, en vez de tratarlo con la punta de la bota. Y, encima, habla de reforma electoral cuando, por eso, ya no tiene los votos en el Congreso. O cuando quiere convencer de que la seguridad ciudadana ha mejorado cuando eso no lo creen ni su ministro de Transportes, cuya vivienda asaltaron en las Fiestas Patrias, ni el de Vivienda, a cuya madre le asaltaron la casa el domingo. O cuando explica la caída de la inversión privada porque los empresarios solo invierten en los buenos tiempos y no en los malos, desconociendo la lógica del capital y su papel como presidente para promoverla. Ahora bien, la falta de liderazgo no es monopolio del gobierno, pues en la oposición también escasea y quizá mucho más, pero eso será tema de una próxima columna.

sábado, 1 de agosto de 2015

Ministro de Justicia anunció la modificación de Ley de Libertad Religiosa para incluir a todas las confesiones

El ministro de Justicia y Derechos Humanos, Gustavo Adrianzén, anunció que en las próximas semanas será modificado el reglamento de Ley de Libertad Religiosa para incluir a todas las confesiones del país: “El documento está siendo puesto en consulta, naturalmente, de todas las confesiones que tenemos en el país. Queremos lograr el mayor de los consensos para que en breve plazo podamos estar anunciándolo”. Asimismo afirmó que después de cuatro años de vigencia de la ley, aún no se han podido registrar nuevas confesiones, ni tampoco reinscribir las suscritas anteriormente. Por esta razón se está trabajando en el replanteamiento de la normativa con el apoyo de las entidades religiosas involucradas: “Esto es un síntoma de una necesidad de cambio, de la necesidad de una modificación para hacerlo más próximo a todas las confesiones que tenemos en el país". En el mismo sentido anotó que el Gobierno necesita de un registro (por medio de la Dirección de Asuntos Interconfesionales del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos) de las diferentes confesiones para reconocer oficialmente a todas las comunidades de fe del país con el objetivo de establecer una relación de coordinación con las mismas: “Tenemos una serie de posibilidades por medio de las cuales el Estado peruano podría vincularse de una manera más estrecha con estas confesiones, de manera que aquella pluralidad pueda hacerse una realidad”. Cabe resaltar que el registro de las instituciones religiosas nació con la Ley de Libertad Religiosa (Ley 29635) publicada el 21 de diciembre del 2010. En la normativa se estipula que las entidades que quieran inscribirse en el registro deberán corroborar el número de fieles, los lugares de culto, un ejercicio constante de la actividad religiosa de 7 años por lo menos, entre otras especificaciones. Hasta diciembre de ese año se registraron 158 instituciones religiosas entre confesiones religiosas (143), entidades religiosas misioneras (14) y federaciones de confesiones (1). Luego de ello, no se han inscrito más entidades.