martes, 4 de agosto de 2015
Falta de liderazgo
Ante una pregunta en la entrevista con RPP el domingo, el presidente Ollanta Humala respondió pidiendo evidencia de su falta de liderazgo, y como esta columna ha sostenido eso varias veces, acá va un resumen de la sustentación.
Hablar de falta de liderazgo supone, primero, precisar de qué se habla, pues, con frecuencia, se confunde con autoridad, que algo se parecen pero que son diferentes.
Si fueran lo mismo, el mejor líder sería el que carajea con más entusiasmo, o el que practica eso de ‘autoridad que no abusa, se desprestigia’.
Liderazgo es otra cosa. Es la capacidad de influir en la sociedad, dirigiéndola, persuadiéndola, seduciéndola, para movilizarla, con habilidad para construir confianza –en el líder y en la propia colectividad–, para ponerla a trabajar, al margen de las diferencias naturales en todo grupo, por el logro de objetivos cruciales debido a que es posible identificar esfuerzos por los que vale la pena luchar por ser de conveniencia de todos.
Eso es lo que el presidente Humala no ha podido hacer con propiedad, y la evidencia salta con frecuencia. Sin ir muy lejos, por ejemplo, el 28 de julio durante el mensaje presidencial ante el Congreso.
Ahí el jefe de Estado dilapidó una oportunidad singular al dedicarse únicamente a lanzar una sopa de números –lo que no está mal, pues los indicadores de desempeño son cruciales en la gestión pública– pero sin llegar a articularlos para ofrecer a los peruanos un norte definido y una visión estimulante del futuro, del país y de los propios ciudadanos.
Lo mismo ocurre cotidianamente cuando el presidente derrocha capital político –que mucho ya no le queda–, sin darse su lugar, al enfrascarse en peleítas con la oposición, en vez de delegar esa chamba en los escuderos para él preservar la capacidad de convocatoria que ha perdido.
O cuando abdica de la obligación de hacer política con su propio partido y bancada, persuadiendo a su equipo para darle consistencia, en vez de tratarlo con la punta de la bota. Y, encima, habla de reforma electoral cuando, por eso, ya no tiene los votos en el Congreso.
O cuando quiere convencer de que la seguridad ciudadana ha mejorado cuando eso no lo creen ni su ministro de Transportes, cuya vivienda asaltaron en las Fiestas Patrias, ni el de Vivienda, a cuya madre le asaltaron la casa el domingo.
O cuando explica la caída de la inversión privada porque los empresarios solo invierten en los buenos tiempos y no en los malos, desconociendo la lógica del capital y su papel como presidente para promoverla.
Ahora bien, la falta de liderazgo no es monopolio del gobierno, pues en la oposición también escasea y quizá mucho más, pero eso será tema de una próxima columna.
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