sábado, 13 de junio de 2015

Yo lubrico, tú lubricas

“Las violaciones, y esto es lo terrible, que pueden ser un evento callejero, no generan embarazo. Es casi imposible que se produzca un embarazo después de una violación eventual, callejera, porque se produce un estado de estrés, un estado de shock en la persona, donde obviamente en la mujer no hay ningún tipo de lubricación”. Estas palabras hicieron del pepecista Juan Carlos Eguren el nuevo hazmerreír de nuestra política. Con un Congreso como el peruano, habituado a regalarnos los dislates y las corruptelas más variopintas, Eguren tuvo un mérito: sus dichos lograron resonancia internacional. A los comentarios en las redes sociales y la prensa local se sumaron Univisión, La Tercera de Chile, NT24 de Colombia, la Vanguardia o Radio Cooperativa de España. Todos parecieron sorprendidos por las nuevas teorías científicas de Eguren, y se preguntaron por la identidad de sus profesores de educación sexual. No lo ayudó que Martha Chávez acudiera en su rescate. Demostrando una intacta capacidad para causar estupor cada vez que abre la boca, la congresista fujimorista dijo: “Lo que ha dicho el congresista Eguren yo lo suscribo porque está basado en estudios. Por las circunstancias de la fertilidad de la mujer, por las disfunciones sexuales que tienen normalmente los violadores, en las violaciones aisladas la tasa de embarazo es cero”. ¿Por qué nunca sabemos de dónde provienen los “estudios” que sustentan estas afirmaciones? ¿De verdad existen, o son una pura invención, que intenta maquillar el prejuicio, el conservadurismo y la insensibilidad? Aunque parezca un esfuerzo vano, Gustavo Faverón se dio el trabajo de hacer matemáticas para desbaratar las fantasiosas hipótesis de Eguren y Chávez: “En los países donde se ha estudiado el tema (desde Estados Unidos a México o Etiopía) se ha encontrado que entre el 5% y el 18% de las mujeres violadas sexualmente terminan embarazadas. En el Perú se reportaron, solo en el 2013, 17 mil casos de violación. Los estudios dicen que normalmente se reportan alrededor de la mitad, así que no es aventurado decir que los casos reales sean aproximadamente 34 mil cada año. Si creemos en la estadística más baja (5%), hablamos de 1.700 mujeres embarazadas por sus violadores. Si creemos en la estadística más alta (18%), estamos hablando de 6.100 mujeres embarazadas por sus violadores anualmente en el Perú”. Las declaraciones de Juan Carlos Eguren o Martha Chávez (o Julio Rosas o Martín Rivas, o del fervoroso lector de Mi Lucha Rubén Condori) no son hechos aislados. Forman parte de una ofensiva conservadora, que comenzó cuando temas polémicos como el matrimonio entre personas del mismo sexo o la despenalización del aborto alcanzaron notoriedad en el debate nacional. Su logro más reciente fue conseguir que el Ministerio Público aceptara denunciar a los presentadores del libro Hablemos de aborto y Misoprostol por “apología del aborto”, un delito que no existe en el Código Penal. Además de probar lo lejos que estamos de un verdadero estado laico en el Perú —como proclama el artículo 50 de nuestra Constitución—, estos hechos demuestran un mal antiguo, que no deja de aletear entre nosotros. Cuando habla de las consecuencias de un acontecimiento tan grave como una violación, con una ligereza y una ignorancia que parecen salidas de las profundidades de la caverna, Juan Carlos Eguren decide hablar en nombre de todas las mujeres, para quienes legisla. Estaría bien que nuestras autoridades abandonaran de una vez ese paternalismo de siglos, escucharan la voz de los verdaderos afectados por sus leyes, y en el caso de las mujeres, desterraran ese menosprecio que viene de antiguo, y que es una medida de nuestro verdadero subdesarrollo. Escribe: Raúl Tola

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