miércoles, 29 de julio de 2015

“La historia de la Independencia ha sido contada desde Lima”

La Historiadora Cecilia Méndez Gastelumendi aprovechó sus vacaciones en la Universidad de California para venir al Perú y presentar su libro La República Plebeya. Pero no lo presentó en la Feria del Libro, sino en el poblado de Uchuraccay, donde se asentó el cuartel general de los rebeldes iquichanos que en 1821 se alzaron contra la Proclama de la Independencia de don José de San Martín. Siempre polémica, Méndez sigue convencida deque existen muchos vacíos en nuestra hisotria oficial. En las Fiestas Patrias se celebra una proclamación, mientras que en el resto de América hispana celebran la insurgencia. Nuestros precursores fueron realistas que se cambiaron de bando cuando llegó San Martín. Parafraseando a Raymond Carver, ¿de qué hablamos cuando hablamos de la Independencia del Perú? Creo que esa es la pregunta que la gente no se quiere hacer porque a muchos no les gusta pensar. Por eso la Independencia se convierte en algo repetitivo: la bandera, la proclamación, San Martín, el himno, el desfile... y estamos en un momento que así como cambia el presente, el pasado también tiene que cambiar. La reflexión de tu pregunta es la misma que nos hicimos cuando organizamos un coloquio titulado Las Independencias Antes de la Independencia. Hubo muchas proclamas antes de la de San Martín y no solo proclamas sino también insurgencias y eventos que se han opacadado y que, justamente, según lo que yo propongo, la fuerza con la que se impone la centralidad de la proclama San Martín en la narrativa de la Independencia tiene que ver con la necesidad de que no se cuente la historia del Perú. Es una manera de solucionar todas las cosas problemáticas de las que no queremos hablar... Entre ellas el miedo a las rebeliones indígenas... Hay un miedo a la insurgencia que es tan antigua como la rebelión de Túpác Amaru. Creo que es el miedo mayor de nuestra historia, incluso republicana, pese a que ocurrió cuatro décadas antes de la República. ¿Debemos volver a estudiar a personajes como San Martín y Bolívar? En el Perú hubo desde temprano un rechazo a Simón Bolívar. Y ese culto a San Martín no es tan temprano porque su ministro (Monteagudo) arrasó con la nobleza peruana. ¿Con la nobleza española, criolla o indígena? Con la española, pero los aristócratas peruanos se sentían emparentados con esa nobleza. Pero el rechazo a Bolívar fue muy temprano porque hubo una asociación entre la venida de Bolívar desde el norte y la idea peruana de que seríamos conquistados por los colombianos. ¿Era cierto? No era tan falso. Bolívar tenía un gran plan de dominar Sudamérica desde Colombia Desde la Gran Colombia... Los historiadores la llamaron Gran Colombia para diferenciarla de la Colombia actual. San Martín era mucho mejor negociador. Era un líder militar de otro calibre. Y Bolívar era más de imponer. Con él no había nada que dialogar... Alguna vez leí que Bolívar fue el gestor o inspirador de las dictaduras militares en el Perú... No creo adecuado decir “gestor” o “inspirador” porque fue un proceso. No es que Bolívar inventó este militarismo. El tótem de la época fue Napoleón, por esa idea del estratega exitoso que salía de una revolución y formó un imperio. Lo dice Basadre, el ideal de estos militares era Napoléon. Incluso en referencia a Santa Cruz. Gamarra también. Y Bolívar con lo que es Colombia y Venezuela como epicentro. Lo que a mí me parece importante, más que reescribir la historia de estos personajes, es reescribir la historia de la relación de estos personajes con la población porque esas son las historias silenciadas. ¿Existen estudios al respecto? Hay un ensayo olvidado escrito por Henri Favre titulado “Bolívar y los Indios”. Ahí se desmitifca la idea de que Bolívar fue apoyado por los indios. Bolívar cuando viene al Perú pasa por Pasto (en la frontera entre la actual Ecuador y Colombia) y se encuentra con una oposición tenaz de los indígenas pastuzos, que eran realistas. Bolívar no pudo con ellos y ordena su exterminio. “Un indio no puede desafiar a un soldado”, decía Bolívar. Según Favre, Bolívar tenía antes de salir de Venezuela una idea romántica de los indios como el “buen salvaje” pero el desprecio de Bolívar por los indígenas es tristemente conocido. Para Bolívar “indio” y “soldado” eran incompatibles. ¿Esto es parte de la historia silenciada? La guerra que hizo Bolívar para liberar a Venezuela fue una guerra a muerte. Por eso se usaba un léxico de “guerra a muerte” pero no solo contra los españoles sino contra todo aquel que se opusiera a su objetivo. Y habían miles que se oponían. Era una guerra civil. Bolívar sentencia que los pastuzos deben ser exterminados, sin embargo, es un héroe. Pero cuando hablamos de violencia no la asociamos con Bolívar o con San Martín sino con Túpac Amaru. Y eso no es porque tal era más violento que tal, sino que depende de a quien va dirigida la violencia. Creo que la historiografía habla más, no de violencia, sino de revolución. Esa es la palabra prohibida. En la Independencia hubo una violencia tremenda. Cuando me dice que hay que reestudiar a los personajes no creo que una biografía sea suficiente. Se tiene que hacer la historia del personaje en relación a la dinámica de las poblaciones y a su actitud, no solo a su filosofía. ¿Cómo te fue con el concurso de ensayos “Narre la Indepedencia desde su Pueblo”? Recontra bien. Tuvimos 70 ensayos de todo el país. Alucinante. Estamos trabajando en la edición. Las tres ensayos ganadores, más una serie de exposiciones en un coloquio internacional. El primer lugar lo ganó un ensayo sobre la Independencia desde Huacho. El segundo lo ganó un profesor arequipeño. El tercero fue para un profesor chileno de Tarapacá. Cuenta cómo fue la Indepedencia cuando Tarapacá era peruana. ¿La historia oficial excluyó a las provincias? La historia oficial de la Independencia ha sido contada desde Lima. Cuando San Martín sale de Lima después de su proclama, en sus documentos se refiere a la independencia de Lima. Después se habla de la independencia del Perú. Esta idea de celebrar la proclamación de San Martín es producto del centralismo de Lima. Cuando se proclama la independencia en Lima se rebautiza todo. Lima deja de ser la Ciudad de los Reyes para ser la Ciudad de los Libres. La Plaza de la Inquisición se cambió a Plaza de la Constitución. Con el paso de los años revierten todos los nombres revolucionarios y vuelven a tener sus nombres originarios. Hay una idea que tengo para un texto que aún no escribo y que se titula “Lima, la ciudad que no quizo ser libre”. la república plebeya En tu libro La República Plebeya se lee que los indígenas estaban al día con las noticias de Europa, incluso más informados que los limeños ¿Eso responde a que el sur peruano estaba muy vinculado comercialmente con Río de la Plata? Totalmente. Tanto así que si lees los periódicos cusqueños de la época había mucha información procedente de Río de la Plata. Hubo mucha presencia de extranjeros escapados de las persecuciones en Europa. Venían aquí y ponían periódicos liberales. Víctor Peralta y Ascensión Martínez han estudiado muy bien este fenómeno en su libro sobre la prensa regional. El vínculo de Arequipa y Cusco con Río de la Plata fue muy fuerte. Incluso, la Constitución de Cádiz se juró primero en Huanta que en Lima.
¿Indios o indígenas? San Martín cambia el termino “indio” a “peruano”. No tuvo éxito por eso Bolívar decide que se les llame “indígenas”. Pero la comunidad indígenas como tal solo fue reconocida con Leguía, en 1920. Se emite la Ley de Comunidades Indígenas, donde estas son reconocidas por el Estado como entidades legales. Esa es la manera como tienen que reconocer sus derechos, no como peruanos sino como indígenas. Impresionante. Se crea también un registro estatal de comunidades indígenas con derechos especiales y diferenciados. Medio siglo después, Velasco las transforma en comunidades campesinas. Terremoto político En 1971 se genera un terremoto entre los historiadores con la publicación del ensayo sobre la Independencia escrito por Heraclio Bonilla y Karen Spelding, editado por el IEP cuando José Matos Mar dirigía esta institución. Como historiadora, ¿vivimos las réplicas de aquel terremoto o sería necesario otro cataclismo? Creo que para que haya otro terremoto primero tiene que volver a ser importante la Historia en el debate público. Y no lo es. Si tú observas la actitud de la prensa y la multiplicación de columnistas, ¿cuántos hablan de historia? Yo estaba reflexionando sobre esto y es interesante que antes, en los 70, una de las razones por la que la historia era tan interesante, era por el diálogo con las ciencias sociales. ¿De dónde salían estos académicos que provocaron estos terremotos? De la antropología, de la sociología y luego, en los 80, volvieron a la Historia. Heraclio Bonilla era formado en antropología, Nelson Manrique salió de Sociología, Tito Flores Galindo fue el único que salió de las canteras de la Historia. Pero Tito enseñaba en Sociología porque la Historia fue un bastión conservador. Bonilla tuvo que enseñar Economía, otros Sociología. Entonces el requisito para que haya un cuestionamiento de nuestras Historia es que siempre tiene que estar en diálogo con la sociedad y con otras disciplinas. ¿Por qué estudiaste Historia? Porque contienen todas las otras disciplinas. Puedes ser historiador y hablar de economía, de política, depende de tu especialización. Pero en los últimos años ha sucedido una tecnificación de las carreras con la aparición de nuevas especialidades. Entonces los que opinan de Política son los politólogos... Tú acuñaste la sentencia: “Los politólogos son al liberalismo como los sociólogos al Velascato”? Yo la dije, pero no es mi frase. Esa me la dijo Pablo Sandoval.

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