Por Enrique León Velarde
Morales Bermúdez organizó un complot militar que desplazó del poder a Velasco el 29 de agosto de 1975. Muchos se preguntan, siendo tan importante para la Revolución en su calidad de conductor, ¿por qué Velasco se dejó sacar del poder sin resistencia? Velasco no se quedó con las manos cruzadas y tampoco fuimos indiferentes a los sucesos quienes realmente lo estimábamos. Lo que ocurrió en esos momentos aún no lo sabe el gran público.
Ese día, mientras trabajaba en el local de la Presidencia de Mutual Metropolitana, que quedaba en el jirón Cuzco, en el centro de Lima, vino a las 9 y media de la mañana el «Chamaco» Gálvez, gran karateca y leal amigo, que pertenecía a mi custodia personal. Entró muy nervioso: «¡Ingeniero, han dicho por radio que Morales Bermúdez se ha levantado contra Velasco en Tacna y que ha triunfado su movimiento!». Yo le dije al Chamaco: «Eso deben ser bolas. Son campañas sicológicas. Ya varias veces han difundido el mismo chisme». Pero como insistió le pedí que trajera un aparato de radio para escuchar las noticias. Efectivamente, a los pocos minutos repitieron la noticia de la traición de Morales. Su Manifiesto, irradiado desde Tacna, tenía el apoyo y la firma de los comandantes de la cinco regiones militares y según allí se decía «la adhesión de los otros institutos de la Fuerza Armada y Fuerzas Policiales».
Mi primera reacción fue quedarme frío. Pensé: «¿Cómo es esto posible si a este hombre Velasco y yo lo pusimos como Comandante General del Ejército, designación en la que yo mismo defendí a Morales Bermúdez contra la opinión de Velasco?» Luego de ese nombramiento, al pasar a retiro el General Mercado Jarrín, correspondió a Morales Bermúdez ocupar el cargo de Primer Ministro y Ministro de Guerra desde el 1 de febrero de 1975. Poco después, entre mediados de febrero y mediados de abril, ante una nueva crisis de salud de Velasco, le tocó ejercer interinamente como jefe de gobierno.
Fue días después de su mensaje al país con motivo de los sucesos originados por la huelga policial del 5 de febrero de 1975, que Velasco tuvo un grave percance cuando se bañaba en su casa de Chaclacayo. Su hijo, el arquitecto Juan, le había construido una especie de jacuzzi con barandas para que pudiera bañarse solo. Velasco, que había sufrido la amputación de la pierna derecha el 10 de marzo de 1973, era un hombre muy digno y no permitía que por su minusvalía gente extraña lo bañara. Su extraordinario ordenanza, el famoso Julián, que tenía una profunda admiración por Velasco, se dio cuenta que el general se demoraba en salir del baño más de lo acostumbrado. Cuando ingresó a verlo, prácticamente lo salvó de morir ahogado porque a Velasco le había venido un ataque de hemiplejía en el lado izquierdo del cuerpo, donde tenía la pierna sana. Sus facultades mentales permanecían intactas, pero físicamente estaba paralizado.
En poco tiempo Velasco superó esa crisis gracias a su espíritu indomable. Recuperó la libertad de movimientos y podía caminar con ayuda de una pierna ortopédica. El 22 de abril de 1975 estuvo completamente reincorporado a sus labores del Estado. Hasta en este aspecto, el cuidado de su salud, Velasco demostró una hombría ejemplar. Sin embargo, la junta médica que lo atendía le pronosticó que ya no podía seguir en el cargo de Jefe de Estado. Le decian: «Mi general, usted tiene tres despachos diarios con sus ministros y cada ministro le trae a usted cinco problemas. Es decir, que usted diariamente tiene quince colerones. No es posible. Con esta actividad usted morirá antes de dos meses».
Cuando Velasco me confeso esta situación me dijo: «Estoy jodido, Enrique, tengo que dejar el mando de la Revolución». Yo le respondi: «En esta situación me parece una decisión lógica que dejes el poder, porque los que te queremos deseamos que sigas vivo, así ya no seas Presidente. Ya has hecho bastan-te para que este país cambie. Deja a los demás continuar el camino». Velasco me dio la razón. Luego agrego: «Los médicos me han dicho que si me cuido puedo seguir hasta octubre, hasta el aniversario de la Revolución. Entonces ese día, el 3 de octubre, le entregaré el poder al sucesor que nombre». Le pregunté entonces: «Y ya has pensado a quién vas a nombrar?» Me contestó: «Estoy en duda. No sé si al General Javier Tantaleán Vanini, que me es muy leal, o a Morales Bermúdez». Yo le dije: «Tienes que nombrar a Morales Bermúdez, actualmente es el Primer Ministro y Ministro de Guerra. A él le corresponde de acuerdo a la antigüedad y al orden de méritos, que tu siempre has respetado mucho».
Velasco no me dijo que sí en ese momento, algo tenía contra Morales Bermúdez que no quería decirme. Insistía en Tantaleán «o sino en el flaco Rolando Gilardini», Teniente General FAP y leal defensor de Velasco. Yo le insistía: «No Juan, no puedes nombrar a un aviador. Tienes que nombrar a Morales Bermúdez porque el Ejército siempre ha sido la institución líder entre las Fuerzas Armadas». Le dije además, en el colmo de la ingenuidad: «Debes decirle a Morales Bermúdez que le entregas el poder el 3 de octubre y que mientras tanto vaya nombrando para la jefatura de las regiones a los hombres que considera de su mayor confianza, ya que detrás de él están acechando por el poder los generales procomunistas Jorge Fernández Maldonado y Leonidas Rodríguez Figueroa.
Dias después me comunicó: «Enrique, finalmente he seguido tu consejo. Ya me entendí con Morales Bermúdez. Le dije que el 3 de octubre tendra el poder y que sin dormirse ponga a todos sus generales más leales al mando de las regiones. Me dio las gracias con muchas muestras de afecto. Dijo que iba a continuar mi linea de gobierno y que por ningún motivo permitiría que los procomunistas desvíen el camino de la Revolución». Desde ese día Morales ya era el encargado de tomar la posta de Velasco. No necesitaba conspirar contra él. Las Fuerzas Armadas sabían de la preeminencia que le otorgaba Velasco y le daban todas las facilidades para afianzar su jefatura. Tuvo pues, anticipadamente, todo el poder necesario para suceder a Velasco por decisión nuestra.
El 29 de agosto, fecha de la traición de Tacna, no sé si dio ese paso por su vocación de traidor, por ambición de poder o, como se comentó en ese entonces, por cobardía. Resulta que el Jefe de la IIl Región, con sede en Tacna, que era un general muy trejo y también muy ambicioso, emborrachó a Morales Bermúdez en casa del comandante de la guarnición de esa ciudad, le puso una pistola en el pecho y le dijo: «Si no te levantas ahora carajo, te mato. Porque lo de la enfermedad de Velasco es un
cuento. El nunca te va a entregar el poder». Este general y seguramente otros como él, temían que antes de octubre Velasco los pase a retiro. Ese 29 de agosto Morales tuvo todo el tiempo un avión militar listo para despegar rumbo al sur. Se aseguró que el traidor se había puesto en comunicación con el dictador chileno Pinochet, para poder refugiarse en Arica en caso que fracasara su traición. Por eso el golpe se inicio cerca de la frontera con ese país.
Apenas escuché que Morales había logrado el apoyo de las regiones militares llamé a los sindicatos obreros y las más importantes organizaciones populares. Los dirigentes obreros me dijeron: «Ingeniero, inmediatamente vamos a declarar una huelga general indefinida en defensa del General Velasco». También se plegaron a esta idea los líderes campesinos. Asimismo llamé a los alcaldes de los distritos más populosos para que se movilizaran hacia la Plaza de Armas manifestándose en apoyo a Velasco, que todavía se encontraba en Palacio de Gobierno.
Cuando llegué a Palacio había una multitud. Un periodista de la televisión se acercó a preguntarme: «¿A qué ha venido, ingeniero?» Yo le dije: «A acompañar al Jefe de la Revolución. Y he convocado al pueblo para combatir al traidor de Morales Bermúdez». El periodista me dijo: «Usted sí que tiene huevos, ingeniero. Porque aquí acaban de venir los señores Testino y Urteaga, que sabemos son amigos de Velasco, y cuando les preguntamos dijeron que habían venido por curiosidad». «O sea que se hicieron los cojudos», dije yo. «Así es». En ese momento se aproximó otro periodista con una radio y me dijo: «Ingeniero, escuche. Un mensaje de Velasco». Era el mensaje de despedida de Velasco, que decía a la letra: «Al alejarme de la conducción del Proceso Revolucionario, responsabilidad que asumí el 3 de octubre de 1968, lo hago con la íntima satisfacción del deber cumplido y haber sentado las bases para un nuevo Perú. Como gestor y conductor de la Revolución Peruana, agradezco al pueblo de mi Patria, a la Fuerza Armada y Fuerzas Policiales el apoyo brindado en esta difícil tarea de transformar nuestra sociedad, y pido a todos los hombres y mujeres del Perú, con uniforme y sin él, a mantenerse unidos y dar todo el apoyo que requiere la continuidad del Proceso Revolucionario». Firmaba el mensaje «Juan Velasco Alvarado», a secas. En ese momento no pude contener que las lágrimas se me cayeran y dije a los que me rodeaban: «Seguramente Velasco no quiere pelear porque sabe que se va a morir». Y me retiré a mi casa.
Al día siguiente averigüé que Juan estaba en su casa de Chaclacayo, en Santa Inés. Yo pensaba: «Tengo que acompañar a mi amigo, que es el hombre más grande que ha parido el Perú en toda su historia». Al llegar a Santa Inés había un severo cordón policial de vigilancia, como si Velasco fuera un delincuente. Unos policías que me dijeron que había orden de que nadie pase. Entonces yo dije: «Me importa un rábano esa orden. Voy a ver al Jefe de la Revolución. ¿Quién me lo va a impedir?» Me abrí camino a empujones y entré a la casa.
Abracé a Velasco y le dije que tenía todo mi apoyo. Él me contestó: «Gracias, Enrique. Qué bueno que hayas venido. Vamos a ver por televisión la ceremonia de toma del gobierno del traidor de Morales. En ese interín Velasco me hizo importantes confesiones: «Yo nunca pensé que hubieran militares traidores y cobardes. Cuando el Jefe de la Casa Militar, el general Enrique Ibañez, me anunció que Morales se había levantado en Tacna, lo primero que hice fue llamar al ministro del Interior Pedro Richter Prada y el muy cobarde se me escondió y no contestó la llamada. Después llame a Leonidas Rodríguez Figueroa, Jefe de la Región Militar de Lima y Jefe de la Oficina Central de Información y también se hizo negar. Después llamé al General Eduardo Portella Cerruti y al colorado Graham Hurtado, Jefe del COAP, y ninguno de estos miserables me contestó”.
«El único que me hizo caso —prosiguió Velasco— fue el General Anibal Meza Cuadra, Jefe de Estado Mayor del Ejército, un gran patriota y va a venir a verme en estos momentos. Me ha contado que Morales le ha propuesto que sea el Primer Ministro ya que por ser Jefe de Estado Mayor le correspondía. Pero éste gallardo peruano ha rechazado la oferta». En efecto, Meza Cuadra le había dicho al traidor Morales: «No te acepto, Pacho, lo que estás haciendo es una traición al hombre más grande de la historia del Perú, al Jefe de la Revolución, al General Velasco. Todavía estás a tiempo de recapacitar. No quedes ante la historia como un traidor ya que bien sabemos que Velasco te había ofrecido dejarte el poder el 3 de octubre».
Pasaron los días y yo seguía visitando a Velasco, siempre entre incidentes causados por la celosa vigilancia de su domicilio. Más o menos a las tres semanas del golpe lo encontré por primera vez decaído y apesadumbrado. Le pregunté: «¿Qué te pasa, Juan? ¿Por qué estás así?» Y me dijo lamentándose: «¿Qué será ahora de la Revolución? ¿Qué barbaridades hará este miserable de Morales?». Traté de reanimarlo diciéndole: «¿Qué te preocupa, Juan? Tú ya has escrito grandes páginas de gloria ante la historia. Eso nadie te lo podrá borrar. Nunca nadie podrá hacer más de lo que tú has hecho por el pueblo peruano. Ahora tus amigos queremos que te cuides, que estés vivo, y gozar de tu compañía. Al final de cuentas te está reemplazando Morales Bermúdez, quien ya ejercía el premierato durante tu última crisis de salud. Era el sucesor por derecho de antigüedad y tú mismo pediste públicamente al pueblo que lo apoye. Mejor que esté él y no los comunistas Rodríguez y Fernández Maldonado. Y en medio de todo, no es un mal elemento. ¿Qué problema hay?».
En eso Velasco se reincorpora y con mucha energía me dice: «¿Buen elemento ése cabrón traidor? ¿Tú te acuerdas en qué fecha me llevaste la denuncia del robo del Banco Continental?» Le di la respuesta y Velasco, que era un hombre muy ordenado, me pidió alcanzarle de su biblioteca la agenda de esa fecha. La abrió, buscó el día correspondiente y allí estaba escrito, de su puño y letra: «Mi amigo Quique me trajo la denuncia del robo del Banco Continental. Yo putée a la vista de todos a Morales Bermúdez en el consejo de de ministros. Este maricón lloró y o perdoné». Esta página de la agenda de Velasco fue reproducida más adelante en el vocero «Kausachum» por Augusto Zimmermann.
Yo le contesté iracundo: «¡Carajo! ¿Por qué no me contaste en su momento que habías hecho eso? Si lo requintaste en pleno consejo de ministros, en presencia de los generales de las tres armas y los oficiales del COAP, ¿cómo pudiste creer que este traidor no se iba a vengar de ti? De haberlo sabido te hubiera dicho que de inmediato lo fusiles o lo mandes a retiro pero de ninguna manera dejarlo ascender en el poder para que llegue hasta Comandante General del Ejército. No me jodas, Juan. ¿Cómo hemos podido hacer eso?»
Esta conversación con Velasco me dejó preocupado. Pensé de inmediato que Juan Velasco Alvarado no podía morir como Bolívar, traicionado y olvidado. Le dije entonces: «Juan, esto no puede quedar así. Voy a organizar una insurrección popular contra el traidor Morales. Te lo pregunto directamente. ¿Estás de acuerdo en jugártela por el bien del pueblo? ¿Quieres que luchemos para que regreses al poder a conducir de nuevo la Revolución?» «Sí, carajo», me dijo. «Entonces voy a hacer lo siguiente —añadí- ; voy a hablar con el Coronel Justo Jara que fue tu edecán. Él te apoyó dispuesto a todo cuando quisieron sacarte del poder Montagne y Artola. Por tí es el segundo comandante de la división blindada de Lima. Tiene huevos y siempre ha dicho que contemos con él en las buenas y en las malas. Voy a decirle que apenas levantemos al pueblo de las barriadas nos apoye con la blindada para tomar Palacio. ¿Qué te parece la idea?» «De, acuerdo, Enrique», me dijo.
Ese mismo día busqué a Justo Jara y le conté todo esto. Le pedí que me jure por su madre, por Velasco y por la patria que no iba a comentar ésto a nadie. Le expliqué mi plan. Le pregunté si había cumplido su promesa de nombrar bajo su mando oficiales y suboficiales que fueran hombres de su confianza, dispuestos a defender a Velasco si alguien quería traicionarlo. Me dijo: «Así es, Enrique. Toda la gente de mi comando es nuestra. Apoyo totalmente este plan. Es lo que estamos deseando hacer. Hay que
defender la Revolución». A partir de este encuentro empezamos a reunirnos secretamente en el hipódromo de Monterrico. Lo hacíamos en las mañanas, cuando iba a ver a mis caballos. Jara iba de civil para que no lo detectaran. Los planes se iban desarrollando bien. Ya estaban alertas y organizados importantes dirigentes populares. Sólo había que dar la orden el día apropiado. Cada paso era comunicado a Velasco, y parecía que estas noticias le devolvían vitalidad y alegría.
Recuerdo que con Velasco escogimos el día 15 de setiembre para llevar a cabo la acción. Faltando 48 horas Justo Jara me confirmó que todo estaba listo. Me dijo: «Mi gente ya está organizada, Enrique. El pueblo se levanta, tú vas a la blindada con Velasco y desde ahí sacamos la mierda a todo el que se nos oponga». Hice pintar ese dia «Velasco Revolución» en todo Lima. Y cuando ya estaba dada la orden de actuar para los dirigentes populares, la media noche anterior al día 15, Justo me llama para verme con urgencia. Cuando nos encontramos me dijo muy nervioso: «Enrique, te llamé porque ha sido debelado nuestro movimiento en la blindada. Me han trasladado de puesto. Ya no puedo actuar». Yo le respondí: «Justo, ya estamos en esto hasta el cuello. Habiendo sido descubierta tu lealtad a Velasco, si no actuas, tu carrera en el Ejército ya está terminada. Morales te va a botar como un perro al retiro. En cambio, si nuestro movimiento triunfa, vas a quedarte como el sucesor de Velasco, y pasarás a la historia como el hombre que salvó la Revolución».
Con lágrimas en los ojos, Jara me dijo: «Enrique, me emociona la gloria que me ofreces pero ya no puedo hacer nada. Estoy perseguido. Todos mis pasos están controlados». «Bueno -le contesté— ustedes pueden detener las acciones porque tienen una organización vertical. Yo ya no puedo parar al pueblo, todos están listos para actuar. Nosotros seguiremos al lado de Velasco hasta las últimas consecuencias. Qué pena que no estés con nosotros porque Velasco y yo te tenemos un gran cariño. Te apreciamos como un hombre de huevos, que iba a ser un invencible dentro del Ejército». Fui de inmediato donde Velasco. Su vigilancia domiciliaria había sido reforzada, pero extrañamente ingresé sin problemas. Quizás debido a que ya no éramos tan temidos. Informé a Juan de lo sucedido y me dijo amargamente: «Enrique, ya no hay nada que hacer. Yo que confiaba tanto en este hombre de comando y el pobre al final ha claudicado». Por parte de las organizaciones populares, dí como pude una contraorden. Aún así, como habíamos acordado días antes, empezaron a darse protestas y acciones de fuerza. En esos días es que ocurre mi detención en la sede de Mutual Metropolitana.
Después de su salida del poder el 29 de agosto de 1975, hasta su fallecimiento el 24 de diciembre de 1977, Velasco resistió dignamente el asedio insultante de Morales Bermúdez. Nunca se quejó ni pidió ayuda a los amigos ni recurrió a su indudable influencia política para lograr una situación más ventajosa. Tampoco hizo actividad política de ningún tipo. Incluso dio muy pocas entrevistas; en todas ellas, como la que concediera a la revista «Caretas» en febrero de 1977, se limitó a defender su obra de gobierno y no dio opinión alguna sobre su sucesor.
PDT:DON NRIQUE LEON VELARDE,FUE UN AMIGO PERSONAL DE JUAN VELASCO ALVARADO LO CONOCIO EL MISMO AÑO DE LA REVOLUCION ,SE CONOCIERON EN EL MISMO BARCO QUE VENIAN DESDE MEXICO
EN 1967,EL ME CUENTA ESTA ANÉCDOTA EN 2004 ,FUE CANDIDATO DE UPP PARA LA ALCALDIA DE SAN MARTIN DE PORRES,YO TUVE EL HONOR DE SER PARTE DE SU LISTA DE REGIDORES Y SER SU AMIGO,ME CONTO MUCHAS HISTORIAS DE SU EXPERIENCIA CON VELASCO ALVARADO,
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