Saúl Armacanqui M.
Hacia 1808 la Francia napoleónica había declarado el bloqueo continental de su rival Inglaterra. Portugal aliado de los ingleses se negó. Entonces Napoleón concertó con el rey de España Carlos IV el paso de su ejército por su territorio para tomar Portugal; ante esa situación la familia real portuguesa huyó a su colonia del Brasil.
Fue así como Francia ocupó Portugal.
Pero sucedió que el ejército de Napoleón, lejos de evacuar ya España, reforzó su ejército y extendió su ocupación también de España esta vez.
Carlos IV y su familia pretendió huir a América tal como lo habían hecho los reyes portugueses, pero en el trayecto un motín militar resuelve su abdicación, proclamando a su hijo Fernando como nuevo rey, pasando a llamarse en adelante Fernando VII.
Carlos IV se quejó a Napoleón y éste convocó a Fernando VII, logrando que devuelva el trono a su padre.
Acto seguido Carlos IV abdica otra vez, pero en esta oportunidad en favor de José, hermano de Napoleón.
Fue cuando estalló la guerra denominada de la independencia sostenida por el pueblo español contra José I denominado “el usurpador” o “Pepe botella” y que abarcó de 1808 hasta 1814.
En ese lapso y en todo momento reconociendo la autoridad de Fernando VII, simultáneamente a la guerra, se crearon las cortes y la junta central de Cádiz, que concluyeron dictando la constitución de Cádiz en 1812 estableciendo la monarquía constitucional en España.
A raíz de estos acontecimientos en algunas colonias españolas de América surgieron las juntas “como en España“ argumentando igualmente la defensa de Fernando VII, no obstante, comenzaron a configurarse, sobre esta base, las exigencias del “gobierno propio” e independiente y eso fue lo trascendental y determinante de este proceso y por lo mismo, el motivo del presente articulo.
En ese sentido se inscriben, en un primer momento, los casos del Alto Perú y Quito en 1809 ; los cuales fueron violentamente ahogados en sangre por el ejército colonial que fue desplegado desde Lima, dejando una estela de mártires entre ellos Pedro Domingo Murillo, que habiendo combatido a Tupac Catari, era ahora Presidente de la Junta de La Paz, en cuya proclama señalaba que “Hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro en el seno mismo de nuestra patria” invocando a los “Valerosos habitantes de La Paz y de todo el Imperio del Perú” “…para ser en adelante tan felices como desgraciados hasta el presente”.
Derrotada su rebelión antes de ser ejecutado diría “Compatriotas, yo muero, pero la tea que dejo encendida nadie la podrá apagar, ¡viva la libertad!
Este fenómeno se extendió luego a Caracas, México, Santiago de Chile y Buenos Aires.
En Buenos Aires la revolución de mayo de 1810 con San Martin y el radical “jacobino argentino” Belgrano afirmó su horizonte, hasta que finalmente fue declarada su independencia de España en 1816. Fue cuando se convirtió en una necesidad impulsar la expedición libertadora del sur al Perú.
En Venezuela el proceso fue parecido y se extendió a partir de la Junta Suprema de Caracas que en 1810 logró instalar un Congreso Constituyente el cual en 1811 declaró su independencia de España. Los procesos subsiguientes en medio de la guerra, ya con Bolívar y Sucre en escena, igualmente confirmaron la necesidad de marchar sobre Lima, bastión y centro colonial donde no apareció jamás ninguna Junta.
San Martin, Bolívar, Sucre, O’Higgins, Rodríguez, Carrera, Belgrano entre otros, pertenecen a esta constelación de visionarios de Nuestra América.
El fracaso de la campaña sobre Rusia, así como la tenaz resistencia española apoyado por Inglaterra con el Duque de Wellington al mando, motivaron que Napoleón decidiera dejar libre a Fernando VII en 1814, devolviéndole su trono.
De esta manera el absolutismo del rey felón Fernando VII había triunfado y lo primero que hizo fue abolir la constitución de Cádiz y perseguir a los patriotas que lo habían defendido.
Pero en las colonias americanas de España la lucha por la independencia política ya estaba en marcha, la persecución y muerte no detuvieron el impulso de esta emoción epocal que animaba a la nueva generación de criollos americanos y pueblo en general. Para entonces España se debatía en la decadencia e Inglaterra se afirmaba como el nuevo imperio hegemónico planetario.
Napoleón culminó su travesía en 1815 en Waterloo. La reacción reunida en la Santa Alianza de ese mismo año bajo el claro liderazgo del príncipe Metternich, significó la conjunción por la restauración y el absolutismo, pero tampoco les fue ya posible lograr retroceder la rueda de la historia.
La revolución francesa en lo político y la revolución industrial inglesa en lo económico habían abierto paso al pleno orden capitalista liberal.
En ese contexto, en el Perú la revolución tupacamarista constituyó el último intento liberador de raíz y destino nacional y democrático. Lo que sucedió a continuación, es decir la independencia de la España borbónica fue innegablemente una epopeya si, pero donde los hechos de carácter internacional y externo fueron los decisivos y determinantes y precisamente por constituir Lima el eje reaccionario de la dominación colonial.
La configuración del bicentenario proto-estado nacional desde entonces, confirma la necesidad del camino democrático para afirmar la soberanía y el orden superior al actualmente imperante. Esta vía fusiona en un solo movimiento el problema nacional y el democrático. He ahi nuestro desafio historico.
(27/07/2022)
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