Para explicar donde se encuentran ahora, los del Movimiento Nueva Izquierda (MNI)-Patria Roja cuentan una historia de dificultades para entenderse con el Partido Nacionalista y Ollanta Humala, de reuniones frustradas, salas de espera prolongadas e indefiniciones en las respuestas. En resumen que el MNI-Patria Roja recibió un trato de partido pequeño, que obviaba el hecho de que se trata de un partido inscrito y de una fuerza propia. En cambio, Fuerza Social, que antes los trató como no aliados y hasta intentó ocultarlos en la campaña municipal, ahora les ha entregado hasta la presidencia de la alianza.
Más en privado, sin embargo, agregan otras consideraciones, como que Ollanta ya no es el del 2006 y que con el segundo “gran combo” de las elecciones, del que han pasado a formar parte, se puede competir para abrirle espacio a la izquierda. En estos razonamientos, sin embargo, han quedado oscurecidos varios asuntos:
(a) El frente de “todas las izquierdas” que se conformó a inicios de año y se reafirmó en una sonada reunión en la Casa del Maestro después de las municipales, que se suponía iba a jugar el papel de factor de unidad, y al que MNI-Patria Roja descolgó de sus negociaciones y decisiones finales, dejando a sus aliados en el aire, como si se tratara de partidos pequeños que no merecen consideración.
(b) El rimbombante anuncio que MNI-Patria Roja ponía su inscripción al servicio de “toda la izquierda”, que quedó como una mera frase cuando se dieron cuenta que eso les permitía la posibilidad de tener candidato propio y dividir las opciones populares, y que esa era una carta para negociar, lo que ha llevado las cosas hasta donde ya sabemos.
(C) La crítica a Fuerza Social por negarse a todo trato con el nacionalismo, negativa que según el MNI-Patria Roja dividía el campo popular y a la que toda la izquierda, incluido el MNI-PR, respondió con la consigna una sola candidatura, un solo programa y un solo frente; aunque luego el MNI-PR decidió levantar otra candidatura, literalmente inventada e importada para la ocasión (el embajador Rodríguez Cuadros), y tantear dos o más frentes, sin ninguna consideración de programa.
Si se mira bien lo sucedido, no se ha roto una alianza del nacionalismo con el MNI-PR, que nunca existió y que sólo fue una hipótesis de trabajo en las negociaciones finales. Lo que han hecho Moreno, Breña y sus camaradas es romper la vieja izquierda, o lo que queda de ella, para la que reclamaban un lugar en la política peruana, al servicio de sus particulares intereses de grupo.
Esa izquierda tenía su oportunidad de entrar a un compromiso con el nacionalismo radical que se expresó en las elecciones anteriores y que convirtió a toda la izquierda dividida (incluido el proyecto socialdemócrata de Susana Villarán) en 1.4% de los votos.
La unidad con los nacionalistas es la posibilidad de cambiar el país, ahora, que fue exactamente a lo que renunció de arranque Fuerza Social, que para mayores precisiones ha explicado que sus miras están en el 2016, dando a entender que un triunfo de Humala les perjudicaría en sus perspectivas.
El MNI-Patria Roja, por su parte, pasó de lamentar que Fuerza Social tomara el camino divisionista y terminó sentado a su lado, presentando como buena nueva lo que antes definían como una tragedia.
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