Yo no me llamo “Juan”, me llamo “Pedro”, y con este nombre latino-castellano no creo, en lo absoluto, ser deficitario en cuanto a identidad se refiere. Recuerde, mayor, que somos un país mestizo.
Claro que lo somos; sin embargo, en la cuantificació
No deja de ser valedero su enfoque; sin embargo, debe reconocer que ya está generalizada la nominación castellano-latina, y en todo caso el “nominativo” de su familia es excepcional…
No lo niego; pero observo esta reversión del sentido común como derivado de la dependencia cultural impuesta desde el siglo XVI vía la invasión extracontinental, con sus bautizadores de “manadas sub-humanas” y sus leyes de Indias que a la postre nos han trastornado colectivamente el seso. Pues bien, una manera de sanearse es, justamente, reivindicando la memoria y, por ende, la personalidad histórica, empezando por el “nombre propio”. Mire nomás, el caso homólogo de aquel afro-peruano comentarista deportivo, Philip Buther, cuyo apellido resulta ser en verdad del amo blanco que compró a su tatarabuelo esclavo en algún muelle negrero del Callao o de Chincha… O sino a Teofilo “Cubillas” o a Lucha “Fuentes”, cuyas negrituras resienten el apellido postizo.
¿No cree que exagera en su radicalidad, puesto que después de todo ya existe un estatus quo al respecto?
Al igual que existía antes de ser insertados, por los Pizarros y Almagres, como “extremo Occidente”. En cuanto a lo de “radicalidad”, efectivamente, este acomplejamiento es también radicalmente vigente, razón por la que los nombres originarios (Coyllur, Ima Sumac, Kunturumi Kusi) “llaman la atención”, así como lo saludable en un ambiente enfermo.
Pero también entenderá que los Mamanis, Condoris y Quispes no son tan mayoritarios como Ud. Quisiera…
Craso error. Solamente en la falaz guía telefónica elaborada en función al acomplejado RENIEC o al inquisidor sacramento baustimal, somos “oficializados” como minoría.
¿Me está diciendo –al igual que el caso de los afro-descendientes- que “los Pérez no son Pérez y que los Juanes no son Juanes”?
Eso. Y es que si revisas las crónicas de la conquista, constatarás que –dentro del marco coactivo de la cruz y la espada- la “cristianizació
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