Por Elías Rodríguez
Dios creó al primer hombre y a la primera mujer milagrosamente, desde entonces, con algunas excepciones, la raza humana se ha multiplicado por medio de la operación de la ley natural. Dios podía continuar formando a las personas como lo hizo con Adán y Eva, del polvo de la tierra y soplando en sus narices el soplo de vida. Sin embargo, todos sabemos que Dios no escogió esa manera, sino que dejó al hombre reproducirse por medio de la ley natural.
Al estudiar la Biblia aprendemos que Dios usó a ciertos hombres para ejecutar milagros. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento encontramos señales milagrosas hechas por el poder de Dios a través de hombres que él escogió.
El objetivo de este estudio no es probar si Dios todavía tiene poder para hacer milagros hoy en día o no, sino saber si es el plan de Dios dar a ciertos hombres el poder de hacer milagros en el tiempo presente como lo hizo en el tiempo apostólico.
El propósito de los milagros se ha terminado.
Todo lo que Dios hace tiene un propósito. Esto también es cierto con los milagros. Siempre que Dios les dio a ciertos hombres el poder de hacer milagros, tenía un propósito específico. Veamos tres ejemplos:
Los milagros de Moisés. Todos sabemos que Moisés fue escogido por Dios para libertar a los israelitas del cautiverio egipcio. Dios le da a Moisés el poder de hacer milagros para confirmar su palabra. (Éxodo 4:1-8,29,30) Vemos a Moisés primero hablando y luego confirmando con señales y milagros lo que decía.
Los milagros de Jesús. Como todos sabemos nuestro bendito Salvador hizo muchos milagros durante su ministerio terrenal (Mateo 11:2-5). Cual fue el propósito de estos milagros, la palabra de Dios nos da la respuesta (Juan 20:30,31).
Los milagros de los apóstoles y otros hombres de Dios. Los apóstoles recibieron el poder de Cristo para obrar milagros. Ahora veamos el propósito de esos milagros (Marcos 16:17-20) Ellos predicaban en todas partes, y el Señor les ayudaba confirmando la palabra con las señales que le seguían.
Ahora veamos al Felipe en Samaria (Hechos 8:5-8).
Felipe predicó en Samaria y la gente le escuchaba atentamente, algo que sin duda alguna ayudó a tener la atención de esta gente fueron los milagros que hacía Felipe, quiere decir entonces que las señales y milagros confirmaban el evangelio de Cristo predicado por él.
Aquí cabe una pregunta: ¿Porqué Cristo, sus apóstoles y otros hombres de Dios hicieron milagros? De acuerdo a lo que la palabra de Dios dice en todo lo que hemos estudiado hasta aquí, fue para confirmar la palabra.
Esto tiene mucho sentido porque: El evangelio de Cristo era algo nuevo y contrario a lo que los judíos estaban enseñados a guardar. Por eso era necesario que esos milagros fueran hechos para demostrar que ese mensaje venía de Dios, y que mejor que estos milagros para confirmarlo. Otra cosa importante que debemos de tomar en cuenta es que Biblia no se terminaba todavía de escribir, así que el Señor les prometió un poder especial (Hechos 1:5-8) por medio del cual iban a ser capaces de convencer a la gente de que el que los había enviado estaba con ellos y que lo que ellos predicaban era la verdad.
Ahora, los apóstoles tenían poder para poner sus manos sobre otros y ellos de la misma manera que los apóstoles eran capaces de confirmar sus mensajes de verdad con las señales y milagros, como ya vimos el caso de Felipe en Hechos 8.
Entendemos que la verdad ya ha sido confirmada (Hebreos 2:3,4). Por medio de esta escritura aprendemos que la verdad del evangelio ya fue confirmada por los apóstoles y otros hombres de Dios que escogió.
La verdad confirmada para siempre.
Los que esperan ver milagros hoy en día para poder creer, están diciendo que los milagros que Cristo, los apóstoles y otros hombres hicieron no fueron suficientes para probar que Cristo es el hijo de Dios, y que su glorioso evangelio viene del cielo.
La evidencia escrita.
Nosotros tenemos ahora la evidencia en las escrituras (Juan 20:30,31). Ahora la fe viene por el oír la palabra de Dios (Romanos 10:17). La palabra de Dios escrita prepara al hombre para que éste sea perfecto (maduro) espiritualmente y prepararlo para toda buena obra (2 Timoteo 3:16,17). Si una persona no se convence con la Biblia, no se convencerá si alguno se levantare de los muertos.
Los que dicen hacer milagros hoy en día desconocen el plan de Dios, y niegan que la palabra ha sido ya confirmada, como la Biblia lo declara. Los milagros han terminado su trabajo. El poder milagroso impartido a ciertos hombres en los tiempos apostólicos ha cesado, porque como ya estudiamos, este ya no tiene objeto.
Algo más sobre el poder milagroso.
Los apóstoles eran los únicos que podían hacer milagros en la iglesia en Jerusalén hasta este momento (Hechos 2:43, 5:12). Este poder milagroso fue transmitido por la imposición de las manos de los apóstoles por primera vez a los siete varones que sirvieron para atender a las viudas (Hechos 6:1-8; 8:6) Entre los que estaban Esteban y Felipe. Pero los que recibían este poder milagroso de los apóstoles no lo podían transmitir a alguien más, esto es evidente en el caso cuando Felipe predicó la palabra con gran éxito en Samaria (Hechos 8:14-16) Entendemos que el propósito primordial de los apóstoles que fueron a Samaria fue imponer las manos para que recibiesen el Espíritu Santo, y así poder obrar milagros.
¿Cómo explicamos los llamados milagros del tiempo presente?
Muchos dan testimonio de haber visto milagros o de haber sido sanados milagrosamente. ¿Cómo explicamos esto? El mismo testimonio de tantos diferentes grupos es una de las cosas que producen duda de la veracidad del testimonio.
Los Católicos dan testimonio de milagros que sus "santos" han hecho.
Los Mormones dan el mismo testimonio de los milagros hechos por sus ancianos.
Los diferentes grupos "Pentecosteses" dan testimonio de los milagros que ciertas personas han hecho por el poder del Espíritu Santo.
Pero sabemos que el Espíritu Santo no está con los Católicos, Mormones y "Pentecosteses" al mismo tiempo. Si los milagros de los Católicos son verdaderos, entonces los milagros de los Mormones son falsos. Pero todos dan el mismo testimonio, y el testimonio de cada uno de ellos tiene la misma fuerza. Esta situación nos hace dudar de la veracidad de estos milagros, porque no hay ninguna razón lógica por la cual debamos creer los milagros de un grupo y negar los milagros de los otros. Veamos algunas explicaciones:
Muchos llaman milagro a una curación natural cuando viene pronto. Los médicos dicen que el 80% de las enfermedades se curan solas a causa del poder que tiene el cuerpo para resistir y vencer las enfermedades que lo atacan.
Muchos confunden el milagro con la providencia de Dios. Un milagro fue instantáneo y sirvió como señal de autoridad de quien hizo el milagro. Dios en su providencia y en contestación a nuestras oraciones todavía sana a los enfermos. Pero hay que distinguir entre las dos cosas.
El poder de la sugestión. Los médicos dicen que muchos no están enfermos físicamente, sino que a causa de una sugestión, creen estar enfermos, Los doctores tienen tabletas hechas de azúcar y harina que dan a tales personas. Si el enfermo tiene suficiente confianza en el doctor y la medicina, se sanará por sugestión de los síntomas que tiene también por sugestión. Muchos están en verdad enfermos, pero por el poder de la sugestión pueden creer que están sanados y aún temporalmente sentirse como si estuvieran sanos.
Muchos son víctimas de un diagnóstico falso. Los doctores más expertos pueden equivocarse al decir que enfermedad tiene uno. Dicen que uno tiene síntomas de cáncer, tuberculosis, u otra enfermedad grave. Después descubren que no era como pensaban. Muchos, después de oír el primer diagnóstico se arrodillan frente a una imagen, o piden que un sanador moderno ore por ellos, y cuando resulta que no tuvieron la enfermedad que los doctores indicaron creen que fueron sanados milagrosamente.
Satanás tiene poder para hacer milagros. (Mateo 24:24), tengamos cuidado y no seamos arrastrados por esto (Mateo 7:22,23). No confiemos en estos maestros falsos que pretenden tener poder milagroso que Dios no les dio. Confiemos mejor en Cristo, y en su palabra escrita para aprender a sanar nuestras almas de las enfermedades espirituales.
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